Pues fui al gimnasio, como cualquier otra mujer, me metí en el ascensor,
donde se hizo un silencio sepulcral... no sé si por mi o por qué,
porque no miré a nadie (me iba a comer el móvil, lo reconozco, de
tanto mirar para abajo...)
Entré a la sesión de spinning (bici estática, vaya) y nada, ajusto el
sillín, empiezo a pedalear... pues lo de siempre, sólo que esta
vez, en el espejo, estoy yo ^_^
Nadie dijo nada, ni bueno ni malo, simplemente se esforzaban en respirar y
pedalear. Supongo que por la emoción, pero me hice una sesión digna
de una maratón: 167 pulsaciones de media, 195 de máxima! Como si
tuviera 25 años, ja ja ja!
Terminamos, me voy al baño de discapacitados (es individual, tiene cerrojo y no
hay que ver a nadie), me cambio de camiseta, y me voy para mi casa.
Nada más. Y nada menos.
En vez del ascensor me bajo por la escalera, y voy recorriendo planta por planta el centro comercial en
el que está el gimnasio. Está casi vacío, pero me apetece respirar
aire, y no ocultarme. Ver los escaparates que casi me sé de memoria,
esta vez sin disimulo, con regodeo. Para casa, ducha, cena y a
dormir.
Es chocante, pero pensaba que la sensación iba a ser
más de vértigo. Pues no: está siendo de una serenidad apabullante,
tranquilidad, paz. Como el pájaro que levanta, por fin, el vuelo, y
se dice sin sorpresa "claro que vuelo, normal, soy un pájaro".
Y sí, mucha, mucha, mucha impaciencia. Hoy, comiendo con mis padres,
quería contárselo, pero otra vez no me he atrevido... necesito que
lo sepan, ya, no puedo seguir mucho más tiempo así, pero... :/
jueves, 21 de noviembre de 2013
sábado, 26 de octubre de 2013
Pelo
Es mío. Y lo quiero.
Otras tienen, tenéis, cabelleras estupendas, onduladas o
lacias, rubias o morenas, o cobrizas, o con reflejos, o bien os podéis permitir
haceros mechas californianas. Yo no. Yo no puedo.
Como en el caso de tantas otras mujeres, yo no tengo un
cabello del que presumir. Mi pelo no tiene suficiente con dejarlo crecer, hay
que ir a comprarlo a una tienda. El mío hay que ponerlo y quitarlo, no es suave
sino áspero, raspa un poco en la nuca, pica a veces, y no se lava con esos
maravillosos champús que anuncian las modelos en la tele, a cámara lenta,
mostrando sus cabellos como si fuesen un arco iris de felicidad... no, el mío
se lava con detergente, de prendas delicadas (y tan delicadas, ay) sí, a mano,
y con mucho cariño.
Pero me gusta. Lo quiero. Es verdad que hay que mirar
constantemente de dónde viene el viento, no sea que me lleve un mal recuerdo de
esta tarde que estaba siendo tan bonita... y que cada vez que lo cepillo se me
encoge el estómago cuando veo la excesiva cantidad de hebras que se desprenden
cada vez, y que acerca inexorablemente el momento de volver a la... bueno, para
mis adentros me gusta llamarlo peluquería; al fin y al cabo, el sitio donde se
venden pelucas, ¿cómo debería llamarse, sino peluquería?
Sin él no soy nada... Mentira: sí, sí soy, soy la misma de
siempre, pero me cuesta más verme a mi misma, y que me vean los demás. Sin él
mi identidad se tambalea... hay que ver, depender de algo tan material como
esto... y sin embargo, tan esencial para toda persona que pisa el planeta. Y
quien diga que no, tenga o no pelo en la cabeza, miente cual vil bellaco.
Sí, lo quiero, porque con él me veo mejor... dejémoslo en
que “me veo”, con eso basta. Los demás me conocen, me identifican, y me quieren
(gracias, gracias, gracias). Cuando pienso en que, para ser verdadera, debo
depender de un “objeto” externo a mi, me acuerdo de a quienes les falta un
dedo, un brazo, un ojo (descansa en paz, grande, María, piloto) y sin embargo
muestran ese valor y entereza, esa fuerza tan femenina y a la vez tan universal
que nos hace seres humanos.
Así que lo acepto. Lo quiero. Me lo quedo como parte de mi. Además, cuando me preguntan si es mío, contesto que por supuesto que sí: lo he pagado yo. Con dinero, y con otras cosas que no son materiales.
Así que lo acepto. Lo quiero. Me lo quedo como parte de mi. Además, cuando me preguntan si es mío, contesto que por supuesto que sí: lo he pagado yo. Con dinero, y con otras cosas que no son materiales.
martes, 8 de octubre de 2013
Auto-transfobia
Pues me acabo de dar cuenta de algo tremendo: si la
transfobia es "la negación de la identidad sexual de las personas
transexuales", entonces... yo he sido una persona transfóbica, toda mi
vida.
La actitud negativa contra la transexualidad, el no aceptar que
el sexo cerebral es "el que manda", el considerarla como algo "a
corregir"... no, nunca he ofendido a nadie, siempre he respetado y
entendido a las personas transexuales, no lo he ejercido contra nadie más...
que mí misma.
Sí, hasta hace poco he sentido vergüenza de que se
descubriera lo que realmente soy y siento, miedo de salirme de la norma, he
intentado buscar explicaciones de por qué soy así que en realidad pretendían
encontrar una justificación o una "cura", porque en el fondo siempre
he pensado que "esto no estaba bien". Sí, he sentido durante toda mi
vida fobia contra mi propia persona. Llámale "baja autoestima",
"auto-rechazo"... lo que quieras. Yo me rechazaba por ser como soy.
Porque no aceptaba la transexualidad como algo natural, que no es ni malo ni
bueno sino que simplemente existe, algo que puede pasarle a cualquiera...
incluso a mi.
Y aunque, afortunadamente, ya lo acepto totalmente, aún hay
algunos "detalles" que, para mi sorpresa, me hacen ver que esa fobia
es fuerte, muy fuerte: cuando le he contado este tema a alguien como si me
estuviera disculpando, algo así como "he intentado por todos los medios
remediarlo, pero es imposible"... o cuando he sentido vergüenza de que se
me notaran ciertos gestos, o me pillaran ropas escondidas, o restos de
maquillaje... o al fingir que era un “macho”... o al no poder referirme a mi
misma diciendo, con todas las letras, “soy una mujer, y transexual”. O al no
estar orgullosa de ser quien soy.
Aún sigo viviendo como hombre (casi) a diario, sé que no durará
mucho más, me da pánico el momento del “gran salto”, pero sé que sucederá en
cuanto sea el momento oportuno... mientras tanto, y por supuesto después, voy
intentar por todos los medios erradicar de mi esa fobia que no sabía que tenía,
ese odio hacia lo transexual que me ha hecho negarme todo este tiempo.
Y pido perdón: me disculpo por tanto tiempo de (auto) rechazo, ante vosotras, ante vosotros, y sobre todo ante mí misma.
viernes, 4 de octubre de 2013
Tengo que decir una cosa...
Tengo que decir una cosa, y me gustaría decirla aquí. Os va a parecer una tontería, o redundante, o que ya lo haya dicho antes... pero no, siempre lo he estado dudando, nunca lo había expresado con claridad, y es ahora cuando por fin lo veo claro. Por fin puedo decirlo. Son solo cuatro palabras, pero se me saltan las lágrimas cuando las digo, o las escribo:
Soy una mujer transexual :)
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